Juro que no por designación he vuelto a mi barrio
De balcones derruidos e estériles de caña de bengala
Con espacios de retumbada infancia
Calles de próceres que no son más que un nombre
Silencio de gente apática hacia la música
Infantes con decisiones pueriles y analfabetas de desplazamiento
El espejo refleja el rostro de un padre sin hijos
Escapando de su pulsión de deberes
Imaginaciones sobrevuelan mi mente
Cargada de aciagas conquistas
Camino sin ver mis pies, colmados de caminos
Ansío el hastío de la seguridad
El destino que no fue y no será
Carga mi sonrojada espalda
Los vaivenes de la vida
Soy acaso la sombra de lo que fue
Me precipito sobre el limen de la casa de mis padres
Siento el reproche en el aire, tan pletórico como asfixiante
No me animo de acercar mis nudillos a su puerta
Pienso retorcer pero avanzo y caigo rendido de silencio
Aquel lugar escapa al encanto de sobrios gritos
Recorro mentalmente mis olvidados recuerdos en rincones impertérritos
Las sillas esperan ansiosas la llevada de gentiles cuerpos
La mesa tiene olvido de condumio
Reboza un aire de pérdidas emociones
No existen ya en la memoria de mi ocaso
El tiempo fastuoso detenido en mi mente
Mis huellas dejan su sello
Me alejo y siento un olvido retorciéndome en el pecho
Aquí he sido, lo que ha sido todo en mí.
Ignorantes noches me esperan
No regreso mi rostro sobre el pretérito incurable del recuerdo.
Andrés Lacrosse – 21 febrero 2021